La misión del Arte es el conocimiento de la verdad humana

Os invito a que no creáis una palabra de todo lo que no pueda demostrar.

Me siento un farsante. Sinceramente, ¡creo que toda mi vida es una gran mentira!

La falta de medios, permisos y equipo, impide que ejecute mis acciones tal y como las concibo.

Me inspira luchar con integridad y dignidad, por un Arte capaz de crear Acciones de Compromiso Social.

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Mikel Rey. Escritor.

Molesta. 

Molesta, sí, 

que John Otazu sea real. 

Que esté hecho de la misma materia que el resto. 

Me explico: sea cual sea el nivel de actividad de cada uno, John Otazu estará casi siempre por encima. En hambre, en electricidad, en el nivel de la impostura. 

No sé si esto dice mucho de nosotros, pero es cierto. Al menos en parte.

Pero hay algo evidente: casi nadie quiere llegar a tales extremos. Qué agotador sería. Y qué cimas y abismos, cuántos sube-bajas. Qué horror.

Habrá que preguntarle si es así o no es para tanto. 

Aunque quizá no haga falta, porque el arte habla por él. 

Por el arte, este hombre ha vertido sangre y soportado huesos rotos. (Literalmente, yo lo he visto). Por el arte ha llevado una existencia demediada, en el alambre, siempre con pierna en un lado y otra en el otro. Por el arte ha estado a punto de matarse. Al arte ha entregado casi toda su vida y, 

¿qué le ha devuelto el arte a cambio? 

Casi una satisfacción, una alegría casi perenne. Podríamos llamarla casi-alegría. De tan intenso, a veces casi dan ganas de 

estrangularlo.

Casi.

No hay quizá mejor palabra para describir la relación de un artista con su arte. Nunca es plena, siempre es un casi.

John Otazu, con las tripas amontonadas en el cráneo y el cerebro alojado en el vientre, trabaja para reducir esa distancia lo máximo posible. Y casi lo ha conseguido.

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