Lo que en su momento,
estimuló mi investigación sobre las andanzas de estos simpáticos roedores:
sobre la razón o sinrazón de sus destrozos en mis artes; sobre sus propias
formas de interpretar la vida; o sobre mi natural aversión a compartir morada
con ellos por una simple cuestión salubre, ahora ya no me motiva. En estos
días, donde hay desalmados
banqueros que permanecen impasibles ante los suicidios de los
desahuciados, todos estamos obligados a redefinir nuestra ética. Para que mi
vieja intervención de persecución y captura de ratones, esté en boga, sólo
preciso fusionar ratas con banqueros para que sea rabiosamente
actual.
Ver esta foto, un 18 de
mayo de 2013, me obliga trocar la mirada sobre el motivo de su creación. Romeo
y Julieta, pululaban por mi Estudio Escuela allá por los años 80. La inocencia
o, tal vez, inconsciencia de aquellos tiempos, me llevaron por diferentes
derroteros a la hora de contemplar el desarrollo de esta obra. Lo que en su día
alteraba mis neuronas: la metafísica, entendida desde un prisma aún inmaduro
propio de la juventud, hoy, con una percepción de la vida más acorde a la realidad,
me deja frío.
Mientras, en lugar de
políticos honestos, tengamos demagogos podridos; mientras no aparezcan líderes
íntegros y audaces que arremetan como un vendaval contra el cáncer del mercado;
mientras seamos unos palurdos mangoneados por multinacionales enfermas de
codicia; mientras nuestros dioses sean: sexo, dinero y poder; mientras no
cambiemos, vamos a tener que continuar utilizando ratoneras para pillar
tanta RATA.
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