![]() |
Mimetizándome con El Peine del Viento |
Más de uno estará diciendo: ¡Mira
ese atontao!
¡Si será palurdo el pobre! ¡Qué falta de respeto! ¡Seguro que no tendrá otro
sitio mejor para hacerse la puñetera foto!
Opiniones dignas de respetar. Aquel día y
en aquel momento, no pude resistir la tentación de sentirme, por un instante,
parte de la obra de un artista al que admiro mucho: Eduardo Chillida.
Hoy: censuro
mi acción. Actos así no dan buen ejemplo.
Voy a exponeros mi filosofía, no ya por defender mi gesto, sino por implícita
necesidad de compartir algo que considero básico. ¿Se pueden tocar las obras de
Arte? La respuesta es simple. Sí y no. Todas aquellas que están hechas con
materiales frágiles, perecederos, inestables, móviles etc. no se deben tocar -
excepto que el artista especifique lo contrario -.
Las piezas expuestas en el exterior, por
el simple hecho de estar a la intemperie, se presupone que han sido diseñadas y
creadas para aguantar el envite de la naturaleza. Por lo tanto, debiera
permitirse el poder tocarlas. Es más, creo estar en el pensamiento de todos al
decir, que no hay nada que nos produzca más placer, que ver a la gente
participando de nuestra labor. Resulta ser toda una experiencia sensorial
dejarse llevar en silencio y con respeto de la mano del creador.
No obstante, tengo un gran pero a este
respecto que, encima, va en mi contra. Una cosa es tocar y, otra, bien
distinta, es subirte en ellas. Cuando tocas con la mano, eres dueño de la
presión que ejerces y eres perfectamente consciente de si puedes dañar la
estructura. En este concreto caso que nos concierne, verme subido en El Peine del Viento, desde mi perspectiva actual, no lo
considero buena idea.
Me conozco bien. Hay pocas personas en el
mundo tan extremadamente consideradas con los bienes ajenos. Me subí con
precisión quirúrgica. Traté la obra con mimo, como si fuera un bebé. Sin
embargo, no todo el mundo es tan cuidadoso. Admito taxativamente, que me porté
mal. Mi acto, puede provocar que otra persona con menos miramiento la lastime.
Muchos estarán pensando, que un mazacote de hierro de semejantes dimensiones,
no puede sufrir nada. Difiero rotundamente. Por muy acero corten que sea, el
mar no tiene piedad. El agua salada azotando de forma continuada año tras año
acaba corroyendo el material. Así pues, si un patán se sube, es muy probable
que sin querer desgaje trozos corroídos.
De haber subido al Elogio del Horizonte (foto: Estitxu), la escultura
hubiese corrido menos riesgo. Pero, en cualquier caso, este es un tema delicado
de tratar. La línea que separa lo genial de lo esperpéntico es muy sutil. En
resumidas cuentas, asumo el error de mi pasado y pido perdón por ello. Invito a
que seamos respetuosos con el entorno y, en especial, con las obras de Arte que
lo pueblan.
Todos sabemos la diferencia de exponer en
la calle, en un museo o en una exposición. Ante la duda, lo mejor es ser
prudente. No cuesta nada preguntar al cuidador de la muestra si está permitido
tocar. En cuanto a las obras que se exponen en el exterior, es cuestión de
actuar con sentido común. Ocurre, que como el sentido común es el menos común de los sentidos, a algún grafitero en particular, le suplicaría que no fuera tan papanata arremetiendo contra todo. Que aprenda por favor, de compañeros suyos que son auténticos artistas por su trabajo y por su ética al saber dónde no pintar. En mi entrada: Banksy y sucedáneos, doy alguna clave para que sus trabajos sea más apreciados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario