La misión del Arte es el conocimiento de la verdad humana

Os invito a que no creáis una palabra de todo lo que no pueda demostrar.

Me siento un farsante. Sinceramente, ¡creo que toda mi vida es una gran mentira!

La falta de medios, permisos y equipo, impide que ejecute mis acciones tal y como las concibo.

Me inspira luchar con integridad y dignidad, por un Arte capaz de crear Acciones de Compromiso Social.

Blog protegido con copyright ©

Impotencias

Colillas al suelo
En estos tiempos que corren, donde día a día permitimos que conceptos tan sagrados como la integridad, compasión, solidaridad, bondad, se desvanezcan ante la inmediatez que imprimimos a nuestras vidas; donde no queremos reconocer que la podredumbre se instaura poco a poco en nuestro hogar; donde permanecemos impasibles ante el continuo desangramiento que nos impone esa ruin caterva de pérfidos vampiros; donde los indignados y desahuciados gritan en silencio ante los oídos sordos de nuestros dirigentes; donde los políticos -en su dramática mayoría- son una pandilla de mercachifles al antojo de un mercantilismo deshumanizado; donde, en definitiva, todos somos unos perfectos cobardes e hipócritas que huimos despavoridos por no enfrentarnos y erradicar la insana realidad que nos imponen. Como decía, en estos convulsos tiempos, comprobar cómo personas de paz y bien arremeten contra una simple y básica norma de conducta, arrojando colillas al suelo, no deja de ser: una simple anécdota.

Si me hago eco de este desafortunado desliz, es por su encomiable desenlace. Dicen, que es de sabios reconocer los errores. A tenor de los hechos, ellos deben serlo: prometieron enmendar su descarrío y yo les creo. A mi entender, eso les honra. Desde aquí, mi sincero ánimo para que cumplan su palabra. Siempre he creído, que si de verdad nos lo propusiéramos, ninguno sucumbiríamos jamás ante prácticas tan poco ejemplarizantes. Personalmente, he cometido multitud de atropellos a eso que la sociedad llama: ‘sentido común’. Infinidad de gente me ha aleccionado con su cordura y su saber estar. Para aprender, resulta imperativo que, antes de nada, seamos capaces de reconocer nuestros fallos.

De cualquier forma, mi intención no era criticar el hecho aislado de arrojar colillas al suelo. ¿Quién no ha cometido una torpeza alguna vez? Da igual que sea por descuido o por desdén. Lo verdaderamente relevante del asunto es, primero: el consustancial riesgo que implica convertir un acto semejante en una mala costumbre. Para adquirir una mala práctica, apenas se necesitan unos días; extirparla, en cambio, nos puede llevar toda una vida. Me gustaría saber si los desaprensivos que arrojan colillas desde el coche, sin pensar siquiera que pueden ocasionar un incendio, no habrán adquirido tan demencial hábito arrojándolas en el suelo de un bar o de una calle. Y, segundo: más crucial aún que lo anterior, es permitir que estos pequeños detalles nos alejen del camino de la excelencia. Es decir, soy de los que consideran que en lo más íntimo de cada ser humano, está dormido el germen de una gran persona. Sinceramente, creo que por muy insignificantes que nos puedan parecer estas pinceladas de la vida, de una forma u otra, todas y cada una de ellas contribuyen a denigrar o engrandecer nuestra existencia.

Desde estas líneas, les agradezco su simpática y, sobre todo, valiente aceptación de convertirse en una de mis obras artísticas. Eso demuestra, el regio carácter con el que mi pueblo forja a sus coterráneos. 
Ver fotos

No hay comentarios:

Publicar un comentario