Mi madre, con el brazo partido y la cara magullada |
Lo he oído demasiadas veces: "no se preocupe usted, que luego lo vamos a dejar más limpio que la patena". Si hay algo que he aprendido en esta vida, es asumir responsabilidades, incluso, aún cuando no me corresponde. Echarle la culpa siempre a los demás es demasiado fácil. ¡Es de cobardes! Para llegar a la excelencia, pienso sinceramente, que tenemos el compromiso de ir más allá. Bajo esta premisa, argumento que no importa tanto quién es o deja de ser el responsable. Lo importante, es que con buena voluntad, si todos asumiéramos parte de las obligaciones de los demás, este mundo iría mejor. Me explico: si este tropezón de cemento lo hubiera quitado yo en vez de esperar a que lo haga su directo responsable, mi madre no se hubiese accidentado. Todos pasamos por la calle un montón de veces y nadie fuimos capaces de solucionar el problema. O sea, que no me parece ético y justo escabullir el bulto. Debo ser fiel a mis principios y juzgarme con severidad. Por lo tanto: me considero tan irresponsable como el que sujetó la pata de la hormigonera con cemento y luego pasó de limpiarlo.
Explicándolo desde mi concepto artístico, sólo puedo añadir, que simplemente es una cuestión de empatía. Estoy absolutamente convencido, que si tanto capataces como obreros, imaginaran por un instante, a su madre, mujer, o hijo, mordiendo el asfalto por su culpa, seguro que no serían tan zarrapastrosos.
La función del Arte, es convertir nuestra animalidad en humanidad. Abrir nuestra mente a nuevas formas de cultivar la sensibilidad. Una nueva mirada con la que reinterpretar la belleza.
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