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| Varios meses sin cortarme las uñas |
La limpieza es un concepto que valoro en extremo. No soy ningún maniático al estilo Howard Hughes, pero sí que le doy toda la importancia que se merece. Es una muestra de respeto ineludible: en primer lugar, por uno mismo y, en segundo, por quienes están a nuestro lado. Obviamente, tras esta premisa, no puede haber otra explicación hacia esta cerdada, que lo que siempre he perseguido en mi vida: investigar el comportamiento humano.
No os podéis hacer una idea, la vergüenza interna que me hizo pasar esta obra. Nadie está libre de sufrir un percance. Pensaba para mis adentros: como me pase algo y tenga que atenderme un médico, que diantre va a pensar de mi. Sin hacer mención, en la implícita barrera emocional que ello también suponía en un supuesto encuentro erótico/festivo.
De todas formas, muy por encima de las acotaciones anteriores, está la auténtica razón de mi acción. Tratar de comprender la escabrosa conducta de nuestra raza, nos exige ser empáticos. Resulta harto complejo, pretender comprender al prójimo sin rebasar lo más mínimo el linde de nuestro proceder. No me parece justo que la monja juzgue a la puta sin conocimiento de causa y viceversa.
¡Qué fácil es rasgarnos las vestiduras ante la falta de decoro ajeno! Antes de ser tan hipócritas y crueles, debiéramos enfrascarnos con total naturalidad en el modus operandi de aquel a quien osamos juzgar. Si nuestras pautas de comportamiento no emulan, incluso, hasta su misma idiosincrasia, ¡cómo tenemos la desfachatez de condenar a ninguna persona! Nadie, radicalmente nadie, debiera sentenciar: de este agua no beberé. Mientras no se den las necesarias circunstancias, nunca podremos saberlo con certeza.
¡Qué fácil es rasgarnos las vestiduras ante la falta de decoro ajeno! Antes de ser tan hipócritas y crueles, debiéramos enfrascarnos con total naturalidad en el modus operandi de aquel a quien osamos juzgar. Si nuestras pautas de comportamiento no emulan, incluso, hasta su misma idiosincrasia, ¡cómo tenemos la desfachatez de condenar a ninguna persona! Nadie, radicalmente nadie, debiera sentenciar: de este agua no beberé. Mientras no se den las necesarias circunstancias, nunca podremos saberlo con certeza.
Podemos creernos todo lo puro que queramos. Pero, hasta que la vida no nos ponga a prueba, es difícil imaginar cómo habremos de actuar. Ninguna persona honesta sería capaz de robar. Sin embargo, si un aciago día sus hijos se mueren de hambre y, los derroteros de la vida le han cerrado los caminos legítimos para poder mantenerlos, que nadie se atreva a poner el grito en el cielo si el sujeto se convierte en un ladrón.
Conclusión: todas mis acciones van encaminadas en el mismo sentido. No hay nada que nos pueda acercar mejor al arte que la comprensión de nosotros mismos reflejados en el espejo de los demás.
Conclusión: todas mis acciones van encaminadas en el mismo sentido. No hay nada que nos pueda acercar mejor al arte que la comprensión de nosotros mismos reflejados en el espejo de los demás.
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